¿ Hermano mayor?

 

 

-         Hay algo que no me gusta de las puertas cerradas, - chilló Hoss con fastidio.

-         Tienen derecho a hablar en privado, - le recordé a mi hermano aún estando completamente de acuerdo con él.

-         Si, pero es algo de la familia y no me gusta quedar fuera, - me dijo con fastidio.

-         Ah, ¿pero cómo sabes que es de la familia? – le dije dándole a entender que todavía no estaba dispuesto a aceptar a este supuesto hermano de Joe.

-         Un hermano que aparece de pronto, ¿ no es familia? – me increpó y pude ver en sus ojos que esperaba que estuviera de acuerdo con él.

-         Tal vez, - fue lo único que se me ocurrió decir.

Los hechos se habían sucedido de manera tan inesperada que me tomaron completamente desprevenido.  Tan solo una semana atrás Clay Stafford era un empleado más de nuestro rancho, con quien Joe congeniaba y hasta había entablado amistad. Pero eso no nos sorprendió en lo más mínimo, pues mi pequeño hermano generalmente entablaba amistad con los empleados del rancho.  Pero repentinamente,  la situación dio un giro de ciento ochenta grados, especialmente en la vida de mi hermanito, pues Clay Stafford finalmente había dicho lo que había venido a decir desde un comienzo y la bomba explotó en la mente de Joe. Era su hermano.

Mientras Pa conversaba con Joe y Clay, me sentía tan intranquilo y molesto como Hoss, Dios sabe que lo estaba.  Papá nunca antes me había dejado fuera de un asunto tan importante para la familia; pero no tenía sentido aumentar el desconcierto y malestar de Hoss con mis propias emociones y desconfianzas, por eso sólo me limité a poner levemente en duda la veracidad de las palabras de Clay.  Al terminar de hacer el comentario, vi a Joe salir de la casa y me arrepentí  de haberlo dicho. Afortunadamente mi hermano menor no me escuchó, porque de haberlo hecho hubiese arremetido toda su frustración contra mi persona. El pobre chico parecía tan confundido y perturbado que me dio pena.  No me gustaba la situación; no me gustaba ver a mi hermanito en ese estado por un supuesto hermano aparecido de la nada.  ¿ Celos? Puede ser, pero no era eso lo que me intranquilizaba en ese momento. Intuía problemas y podía apostar que a Hoss le sucedía lo mismo. 

Esa misma noche aguardé en mi cuarto a que mis hermanos y Clay se durmieran. No había tenido ocasión de hablar con mi padre sobre los acontecimientos y si bien puede advertir lo mucho que la situación lo afligía, noté que se que se esforzaba  por mostrarse sereno por el bien de Joe; pero por sobre todas las cosas por el  recuerdo de Marie. 

Encontré a mi padre contemplando en fuego, absorto en sus pensamientos.  Sobre su hombro me miró y preguntó si Joe y Hoss estaban ya dormidos. Le respondí que lo estaban y sólo atiné a agregar un comentario sobre lo tarde que era.  Por el modo en que me miró supe que me aguardaba y algo más relajado me ubiqué en el sillón azul, meditando qué decir sin parecer insensible a los sentimientos de Joe.

-         Creo que debí preguntar  por Hoss, Joe y Clay, - comentó al pasar y  desvié la vista temiendo descubrir en el rostro de mi padre que estaba aceptando a este nuevo integrante.  Escucharlo mencionar a Clay como si fuera uno de nosotros me erizó la piel. Me costaba hasta pensarlo. – Debo ir pensando en otro más ahora.

-         Si eso creo, - dije por decir algo, pues sabía que mi padre esperaba algún comentario de mi parte. – De verás surgió de improviso, ¿ no?. – La tensión y el fastidio de mi voz atrajo toda su atención.  Frunció el ceño y me miró de tal modo que comprendí que no había sido un comentario atinado, pero que remedio, era lo que pensaba y lo que sentía. – Bueno nadie lo esperaba, - agregué sin saber qué mas decir.

-         ¿ Qué queries decir? – me dijo con suavidad ubicándose sobre la mesa ratona enfrentándome. Parecida abatido, como si necesitara saber qué pensaba sobre la situación. En ese momento su rostro me mostró el respeto de siempre hacia mi opinión, por lo cual supe que debía decir lo que mi mente gritaba desaforadamente.

Hice una mueca y le anticipé que  podría no gustarle lo que debía decirle, pero no importaba si me decía que no deseaba escucharme, pues ya sabía que debía hablar; debía intentarlo.  Con tacto y cautela mencioné que Hoss y yo creíamos que debía corroborar todo cuanto Clay había dicho. La situación era muy importante para todos y debíamos cerciorarnos que Clay estaba diciendo la  verdad.  Me sentí verdaderamente incómodo poniendo en duda la identidad de Clay, pero no tenía modo de disfrazar lo que sentía y alguien debía actuar con racionalidad.  Algo me decía que la armonía de mi familia  estaba siendo amenazada, pero mucho más en peligro estaban los sentimientos de mi hermano menor.  Mi padre se mantuvo en silencio como si mis palabras lo hubieran tomado por sorpresa.  Me miró analizando mi rostro, y por el modo en que me estudiaba supe que estaba de acuerdo con Hoss y conmigo.  Él también tenía sus dudas al respecto.

Con el paso de los días llegué a conocer a Clay más de cerca.  Tengo que reconocer que el hombre era agradable, pero no la mejor influencia para mi aventurero hermano.  Hoss y yo nos manteníamos juntos, tratando de estar cerca de Joe sin interferir entre él y Clay.  Pero alertas. También lo estaba mi padre, pues una mañana, luego que Joe haya regresado en las peores de las condiciones la noche anterior, Papá me pidió que cuidara de él.

La respuesta al telegrama enviado por mi padre al juez de Nueva Orleans llegó al cabo de otra semana y debo reconocer que la confirmación no me agradó demasiado. Efectivamente Clay Stafford era quien decía ser.  Resultó extraño sentir que había una parte de la vida de Joe, de la cual Hoss y yo éramos totalmente ajenos.  Sabía sin necesidad de preguntar que a Hoss le sucedía lo mismo.  ¿ Cómo podía ser?, Habíamos visto nacer y crecer a ese chico y resultaba difícil aceptar que había otra persona que igualaba nuestra condición de hermanos. Esta bien, mi cabeza me decía que Clay no era como nosotros, pero mi corazón temía lo peor. Tampoco mi padre se mostró tranquilo al comprobar que era hijo de Marie, pero mucho más lo perturbaba el tipo de vida que Clay había llevado los últimos años. Hoss se atrevió a preguntarle si pensaba pedirle que dejara La Ponderosa, a lo cual mi padre respondió que era nuestro deber darle el beneficio de la duda. Tal vez había cambiado, o tal vez eran hechos aislados, pero yo no tenía dudas al respecto, para mí el hombre era un tramposo y cualquier cosa podía esperarse de él.  Hoss me miró y en silenciosa comunicación comprendí que pensaba exactamente lo mismo que yo, pero ni modo, no hicimos comentarios y con nuestro silencio ambos dejamos muy en claro lo mucho que la situación nos molestaba.

Según mi padre me comentó al día siguiente, Joe se alteró al escuchar el modo en que Papá lo ponía al tanto de la vida que Clay solía llevar. Joe lo acusó de estar juzgando injustamente a Clay.  Este tipo de confrontaciones era justamente lo que mi padre deseaba evitar.  Papá temía que Joe se dejara llevar por las palabras de Clay en su ansiedad por entablar una relación más profunda con su nuevo hermano y que revelándose contra la resistencia de nuestro padre, se alejara de nosotros acercándose Clay. De hecho lo estaba haciendo, pues ese mismo día, papá me dijo que Joe tenía intensiones de viajar a México con Clay.  No me gustó y mucho menos me gustó saber que papá se había enterado por Clay y no por su propio hijo.

Papá no tuvo tiempo de conversar con Joe, pues esa mañana mientras todos trabajábamos en el rodeo, mi hermano debió ir a Virginia City en busca del dinero para pagar a los empleados. Era casi media tarde cuando Joe apareció en la casa brutalmente golpeado.  Hoss y yo nos encargamos de llevar a nuestro hermano hasta su cama y ambos lo escuchamos contarle a nuestro padre todo cuanto había sucedido en la ciudad y que los golpes eran una advertencia para su nuevo hermano.

Bueno, todos en La Ponderosa saben que mi paciencia tiene un límite y ese límite se alcanza muy pronto cuando algún miembro de mi familia resulta herido.  De no ser por Hoss y  por mi padre, hubiese sido muy capaz de bajar y explicarle a ese Clay quien era el hermano mayor de Joe.  Me enfurecía pensar que  ese hombre, que era hermano de mi hermano, no se había detenido a pensar que con su actitud estaba poniendo en peligro la vida de mi pequeño hermanito. Por el bien de Joe y el de mi padre, accedí a ir con Hoss a pagarle a los empleados del rodeo.   Pero no sin antes dejar muy en claro cuál era mi postura al respecto.

A mi regreso, no me disgustó enterarme de su partida, aunque me partió el corazón ver la tristeza reflejada en el rostro de Joe.  Parecía desolado al confiarnos a Hoss y a mí que Clay no deseaba ni siquiera intentar tener con él la misma relación que Joe tenía con nosotros. Con lágrimas en los ojos mencionó que Clay lo había tratado de estorbo y eso me partió el alma.  Era el momento de ocupar mi rol de hermano mayor; de primogénito de la casa; de referente.  Me senté al borde de su cama y mirándolo directo a los ojos, le dije que eso era lo único que Clay había dicho que no era cierto. Joe me miró con desconcierto.  Le sonreí cariñosamente, una sonrisa que sólo ese chico puede arrancar de mis labios.

-         Yo mismo me hubiera alejado de ti si con eso me aseguraba que tu no estarías en peligro, - le dije con suavidad. – Puedo asegurarte que Clay siente que conocerte a ti es lo mejor que le pasó en la vida. 

-         Gracias Adam, - me dijo con emoción.

 

Hoss y yo salimos del cuarto dejándolo descansar y pensar en todo cuanto le había sucedido en los últimos días. Paradójicamente entendí a Clay el día de su partida.  Me gustase o no, Clay era también hermano de Joe y más allá de la extraña manera que había escogido para ganarse la vida, en ningún momento se aprovechó de Joe.  Sólo había deseado conocer al único miembro de su familia que quedaba con vida. Tengo que reconocer que de estar en su lugar, tal vez hubiese actuado igual.  Nunca lo sabré.  Pero mi familia estaba segura y eso me hacía sentir finalmente tranquilo.

 

-         Adam, ¿ te sentiste celoso de Clay en algún momento? – me preguntó Hoss como si quisiera compartir algo más.

 

Lo miré por el rabillo del ojo y le dediqué una cariñosa palmada en su grueso brazo. Pero no le respondí, pues hubiese sido como admitir mi costado más flojo. Y eso es algo que nunca haré.  ¿Celos?, bueno si lo soy, pero eso queda entre ustedes y yo.

 

 

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